Ruedas por el trueno arrollador,
para luego desplegarte,
explosivo,
sobre mi piel dormida…
Con mimos de luz
despiertas mis sentidos;
me sellas el aire,
porque todo lo que vibra se halla en tu lengua
y tras insinuarme los pozos de tiempo naciente
confieso
el vicio de mantenerte sujeto,
mientras, se queda atrás el presente
a cada instante…
Y te bebo…
Y eres un delito flagrante
que se empecina en tentar mi suerte;
la adicción que me asesina
y, a pesar de padecerte,
me confieso presa del sutil contacto
de los intervalos siderales
que no se saben vulnerables a lo nuestro;
y no se apartan,
porque hay un círculo que nos atrae,
magnetizando el silencio;
siendo unas veces altar y otras sepulcro,
tras de arrancarnos del firmamento…
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