Se rasgan los silencios,
al encabritarse el impulso
y esa sagrada fisura ondea la inmanencia
en la otredad,
hallando el discurso de tu energía
imaginal,
numinosa…
Me sangra la noche en las costillas
y me emprende tu figura
en el ascenso del latido;
consiento explorarme por la osadía
de un temblor maravillado,
instintivo;
que alcanza las señales que me sonrojan,
poblada de insinuaciones…
Al son de la indómita prestancia
y la brevedad de tu sombra,
alzo mis alas al viento
y conjuro los cielos,
dejándome tatuar
por la eternidad
que tu silencio me dispone …
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