Te me resbalas por las curvas
encumbradas al oeste,
mientras sepultan sus corazas
en el suelo de tu insistencia,
regente de luz relampagueante,
arrebol infinito…
No sólo derrites el sol,
sino que engarzas diamantes a mi piel,
mientras me habla tu líquido dialecto,
declarándose rendido
en la refracción del alma…
La equivalencia del respiro,
suelta los vuelos soterrados en la garganta;
miles de pájaros,
colgando de las cuerdas vacías,
suspiros encuadernados en el baúl de la inocencia…
Y camino las líneas que experimentan
tantos universos atravesados por otros
y el mío
en constante rotación de saliva,
ascua pretérita,
enfrentando cielos y aristas
con el fragor de unos ojos
de lumbre ondulante que siempre me resucitan…
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