Siento la luz rodearte el silencio;
bañarte del magnetismo
que me quiebra la calma
y rompe lo estático de mi piel…
Se me estremece hasta el alma
ante la fascinación
de ver revelarse el infinito
en cada fracción solemne que te enreda la figura;
sus océanos repletarme las sienes,
entelarme las costuras,
mientras tu brillo me palpa entera…
Mis labios son premisas
y en la lengua se me aglutinan
los firmamentos constelados;
las variables del ocaso
que siempre han visto nacer la poesía
y pierdo el control
cuando, al caer la tarde,
mi voz se acelera,
impregnada de tu color
que refugia en mí su geometría eterna…
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