Prueba la negra arena, mi equilibrio;
el frío de sus aguas rompe la canción
que fui alimentando
entre contorsiones de luz y silencio;
me despojan de todo
y, mientras tanto,
confío…
Me asomo a aquel renglón vacío
para ver tu aliento evaporarse,
complacido,
tras saborear las fuentes profundas de la noche…
Me hundo en el sueño
de bosques, anudando lunas,
de aullidos voraces, pintándome los labios;
los rincones borrachos de nuestros días…
Y no veo el horizonte;
una parte de mí se extravía en su penumbra;
sólo las calladas farolas adormecen la historia
que nos vio nacer el fuego en las pupilas…
Débil ahora,
voy soltando mis mareas;
las amarras que custodian mis bagajes penitentes;
arañando la boca del túnel
que me ha de conseguir, resplandeciente,
en la nueva era…
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