Inhalo el crepúsculo
hasta que el tiempo es socorro;
pregón de cristal que ya no duele;
mimesis del alma…
Anochece
al interior de un silencio absorto
que exuda el mineral de la palabra
y cada célula, hueso, poro
tiembla ante el argumento por el cual
los días saben a promesa…
Rutilan los efluvios;
las corrientes dispersas me desvisten de las formas,
mientras transito un mundo distinto,
apto para desplegarme…
Me pasa que me fundo a los vientos siderales,
todos hechos de luz
y pinto de aurora la llovizna
y el mar se vuelve extensión de mi ser…
Puedo pernoctar en el edén
de una quietud que conserva para mí,
el más puro de los sueños…
Y no se está quieto el gozo;
se distribuye,
como un enjambre añil
que me fluye por cada rincón…
Sólo en tus labios amados
ruega mi voz por permanecer irreductible;
deja que sean mis ojos
conductor primario de lo inverosímil…
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