La luz cenital,
aludiéndote,
optimiza el acto del disfrute;
me toca tu olor
que sabe a tonos frenéticos,
extrayendo la dulce electricidad
del cuerpo y la mente;
exprimes hasta el último rincón
de los márgenes que exceden
el empeño por dejarte saber
que la mayoría de mi vértigo
feroz y sanguíneo,
viene de tu garbo…
Al deslizar tu silencio,
perorata que impulsa cada reflejo
a lloverme en tus ojos de gato,
crece mi inspiración…
Y me declara tu boca llena de saliva,
ahora que la figura de tu tacto,
sostiene el placer compartido;
el osario de intenciones fallidas,
contando con la permisión
por donde me desperdigo
tersa y efusiva,
expulsada de la inercia…
La soltura con la que me abrazas,
me surte de toda clase de indicios,
dejando expuesta en la lengua
tu eterna conquista…
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