Tus cumbres expelen su pureza
con un silencio que moja
y rueda,
junto al dejo de un temblor continuo;
riegas el pilar del viento
y se estremece el blanco de sus moléculas
derretidas;
huelen la preñez de mi pecho;
la entrelínea que se antoja
de mi frente
y me tratas, tan suave,
que conozco la parte de ti
que me entrelaza
y me falta tan poco para verterme
en esa pista foránea…
Qué valioso el instante
que afina el despilfarro
que me tiene al filo de la locura,
porque me invierto, al final;
apilo todas mis sombras,
como una fuente adictiva,
próspera e incondicional
que te procura, afanosa,
como la viva ocasión de amar…
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