Bramas, coloso,
irradiándome tu redoble
desde las ciclópeas estancias
que condensan toda expresión de deseo,
descomponiendo el orden,
cuando la pólvora del universo
explota todas las teorías
y posa tu nombre en mi lengua…
Ignoro el tamaño
que te abarca;
que sostiene las pasarelas de tu arresto,
pero intuyo que es más de lo puedo comprender,
porque tiritan las cuerdas,
como cristales de neón,
mientras escucho el blanco del sonido
y veo florecer la dulce amapola,
como canto de la creación…
Tu cósmica figura se descuelga;
recorre las ramas de mi sangre,
bombeándome un silencio,
preñado de luz…
Esculpes mis imanes
y me atraes,
malvado,
a los senderos donde las antorchas de metal
se convierten en ceras lacradas,
condenándonos al mítico final…
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