Tu conducta ejerce un voraz deslizamiento
que me vuelve poema en curso;
prestigio, sacudiéndose
en medio de tus manos…
Me sabes constante hacedora de tu fuego
y, a medio camino del viento,
acaece el giro dimensional
que nos traslada, a ambos,
al instante a través del cual,
logramos asirnos…
Recopilar lo que determina
venir a ti y sucederte sin cesar
con un gesto impertinente,
es acicalar el equilibrio…
Mi piel es un rubor circular;
la fragua del espanto,
trasmutando en la punción sensitiva
al ser leída por tu singularidad;
el mareo exquisito
que exhibe el trago
del veneno y el antídoto,
como exponente piramidal…
Me desconcierta tu eficacia
y se duele mi labio;
sangra su delicioso infortunio,
mientras colaboras,
provocador,
con este coqueteo beligerante
y, como en un renuevo de aguas,
te pones al mando de su flujo…
Hago silencio y reverbero
al asentir la rendición, plegada en tu carne;
encandilando tu aliento dentro de mí,
rédito inaudito
que cuelga sin evadir la entelequia…
Pongo mi afán, suspendiéndome,
al saberme, fundida, al fin,
afín a tu alquímica lengua…
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