Mi alma se confiesa,
a partir de una inflorescencia
que emana de la magia salvaje
que me reparte tu lengua,
como un pedernal sujeto al fulgor
o un insecto estelar
que liba su calor
en el germen de una nebulosa…
Cuando el agua y la sed son en tu boca,
reluce un bosque de acuarelas,
permeando mi oscuridad
y, es que eres tan poesía
que tu actividad sensorial,
me puebla,
me invita a extenderme en la melodía
de una danza de luciérnagas…
Se asienta,
sacude
y mimetiza,
en la entrega elemental,
sin más orientación
que tu mirar, brotado de insinuaciones…
Me atraes del todo
y esparces tu polvo de colores
para indicarme
desde donde brota la luz
y procrea su rastro fascinante
cada noche…
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