Ondearme
al roce de tus persuasiones,
me permite percibir la intensidad
que apunta, en la memoria,
la corpórea reacción de los silencios…
La intención da lugar al preludio
y no me alcanza este palpitar
ante tanto sentimiento…
Cimbra mi piel;
retoza en tu lengua;
se derrite al roce mágico
que le profesas,
mientras el cielo permanece ileso,
ante la manifestación
de los vapores del crepúsculo;
la caricia ruborosa del sol que se aleja
sin dejar existir…
Resaltas así,
como un renacer dorado
que se eleva
e inunda el músculo
que va a sumergir, en su elíxir,
el intervalo en que somos uno…
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