De tu cuerpo al mío,
un relámpago;
repartidos,
los silencios, caen,
como estruendos mágicos,
desbordando el vapor
que nos sale de los poros…
Me pongo con la ingravidez
y me complace la transmisión
con la que abato, de placer, tu espera;
onírico regreso, tu recepción;
el plazo de la crisálida
en su conversión energética…
Soy del mundo y de tus labios,
la pulsión onírica que atenta
contra todo letargo;
la imaginaria melodía que se sabe tus letras,
provocando un desastre cósmico,
su indulgencia
y, pecando de ilusa,
prescindo del trueno, no de ti
y te aspiro
y me inspiro,
hasta que me inundo
del merodeo sorpresivo del picaporte…
Te acato con los dedos,
me abro y te mojo de mis colores;
tu espionaje aprieta la luz
y abre la sorpresa,
como el regalo de una vigilia amorosa…
Tu piel estalla,
mientras la corteza es tallada
por un enjambre nominal;
me entierras el deseo
y sangra una golosa cadena de fervores
que saborea tu tacto;
el pacto revolucionario
que me aclara y toma el control,
mientras te miro sin hallarte,
sino aferrado a mi noche…
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