Me detectas,
en la invariable perplejidad del brillo,
mientras, enaltecida, mi lengua
comulga de lo perenne…
Me apetece irrumpirte;
tu atención es más que un simple gesto;
es la fuga salvaje del infinito
en mi propio silencio…
Despacio,
me dejo embriagar
por lo inédito de tu poesía;
por el mar turbulento que me posee,
mientras te trago…
Se enroscan las aguas;
emerjo desde dentro;
del tiempo que deshago;
de las brumas tardías
que conceden abrirme
los portales de la luz…
Es tan increíble
reconocerte en mi quietud;
en la lírica encantada
que me hace respirar en tus labios;
ungir con seducción cada palabra
que muere bajo tu encanto…
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