He vuelto a caer,
subyugada,
bajo el amparo de las cósmicas cimas;
bajo el hálito imposible de los astros
que me arrastran por encima del silencio;
elevada sobre las piedras marcadas…
Lento,
saboreo la oquedad
de la elipsis relampagueante del alma
y giro y giro
ante la voluntad del vórtice
que me engarza su danza, a cámara lenta,
sospechándome
en el salón de tus ojos,
vestida de colores impensados;
de tornasoles inundándolo todo
hacia las catarsis nucleares…
Verdores del tiempo,
purificando los impulsos
que calan el arco demencial de las premisas;
de místicas diademas coronando vértigos,
atravesándome, inevitable, la saliva…
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