¡Oh, cómo duele, hoy,
la contracorriente!
cuántas almas, como la mía,
hace tanto que resisten
la estrambótica sucesión de aconteceres
que sólo apartan a unos de otros,
tan crudamente…
Hecha pedazos mi garganta
entre tanta defensiva,
vuelve alarido presuroso,
la impotencia que revuelve mis ojos
y los desangra,
al filo de la sombra…
¿Dónde la paz,
la justicia;
cuándo?
parecieran haber nacido agónicas;
su clamor no halla descanso;
el silabario amortajado se hizo ración
para el hambre que nos imponen
los mórbidos sitiales…
Cuéntame de la mano tendida
cuando caigan
y el eco de los mártires
sea el himno imperturbable
de un despertar sin fronteras,
ahora sólo lloro…
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