De tus ojos fluye
un rumor de agua santa;
un secreto cardinal
que me resuena tan dentro…
Puedo ver crecer el cielo,
como un pliego de inmanencias;
crepitar en tu lengua
el asombro de los pájaros;
acentuarse lo puro en mi propia tierra,
tras la fuga prominente del ocaso…
Traspaso la onda húmeda de una reverberación
y su geometría me concede el privilegio
de sobrevolar lo eterno…
Tu tacto de enredadera
y sus delicadas acrobacias abarcándome,
me iluminan el silencio
que adora tu impresión enarbolada del infinito;
la compilación de mantras de estrella…
La noche gira hacia la urgencia
de mantenerme sujeta al bucle
de tu resoplar de argénteos firmamentos…
Me gravitas y suelto
la inmensidad en mi costado;
me iluminas
y como un dorsal cataclismo
se dejan caer los vértices
que reivindican la inocencia
de mis espejados suspiros…
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