Se derrite el sol en tu verbo creciente,
cuando elevas tu son de noche
y ardo en la oscuridad
que me cubre con tu boca;
me haces perdurar,
como el rocío de mayo
que te cuenta mi historial de acuarelas
y te hace sostener,
sobre el lienzo futuro,
lo inquebrantable…
A tientas
descubro los diseños elevados
que conjuran el lugar donde anidan las luces
que nacen de mirarnos;
la pertenencia del silencio,
sulfuro en los labios;
venenos extenuados
que celebran de vernos del otro lado,
sin presión,
sin ahorrar ni luz, ni agua;
punto de calor,
asfixia redentora,
destrucción inevitable
que horada los vicios de la razón;
erosión necesaria,
barniz de eternidad entre juegos mortales,
expuestos al fulgor electrizante del amor…
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