El descalabro en mi cabeza,
como simiente de brillo,
siembra la gramática
que te cruza los labios;
su evidencia
conquista castillos de flores y espadas;
asteroides juguetones,
regando la algarabía con sus relampagueos metálicos,
localizando el lugar en tu alma
para acceder a su impacto…
Tus ojos llenan de armonía el aire;
son gentiles arroyos de luz,
serpenteando los míos;
intervienes mi realidad, imponente;
atraes el supremo accidente
que renueva mis estallidos;
la inconstancia de las mareas,
cuyos preciosos anillos fundamentales
empujan mis arenas, las moldean…
Al otro extremo el aguijón
con su veneno dorado,
te irradia todo lo que soy,
intensidad flameante;
que me hace agonizar entre tus dedos
en un enlace vigoroso
que me vuelve incorpórea;
pureza cósmica
que me sigue soñando contigo;
frecuencia y vibración de tinta
goteando de tu lengua…
Me cuelo en tus latidos;
te respiro, deslizándome, completa;
me pierdo y soy oxígeno;
caigo en ti,
como cae la luna sobre la tierra…
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