A resguardo de la cruel delicia de tu lengua,
verdugo que se otorga como reflejo mortal,
se halla el arte real,
fluyendo
como latidos de libélulas
en el bosque introspectivo…
Escabulléndote en el mío,
despiertas el lago de mi curiosidad,
aferrado a mis letras,
mientras te anticipas con tu halito cósmico
que me revuelca en tu decir,
resaltando la eterna fugacidad…
Meterme dentro
y acelerarme con tus ojos,
mientras el éxtasis te abre las puertas del laberinto
en la ruta a lo inmenso,
me vuelve incipiente claridad;
surco aunado con tu arrojo…
Desconozco al tiempo;
el imán de suavidades se asienta tan fácilmente
entre tus dedos;
cuánto amor derramado en un aleteo
que brota como ciudades de agua,
habitándome el silencio;
cascos, aturdiendo letargos,
cabalgando medianoches sonrientes
y ardo, completamente,
al acabar en tus labios
porque me nombras y convierto el vértigo en remanso…
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