Retozo en tu boca,
mientras bebo el tónico de luz
que preparas;
esa riqueza lírica
con la que me avanzas
por encima de todo…
Es que, ciego, me embarcas
y vibro, enardecida;
el vínculo central, en desespero,
muestra la cédula cardíaca,
furor contenido
en las regiones de mi silencio…
Te lamo y muerdo;
me muestro sagaz;
sostengo la cuerda en el tono de la luna;
me hago capaz de brillar contigo;
relevar, con locura,
distancia y tiempo;
con las corrientes sísmicas del espíritu,
cristalizar la silueta del equilibrio inverso;
romper la tensión del espacio
con velocidad espiralada
y, entre polvos de oro,
formar el remolino etéreo que nos entrelaza…
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