Me hormiguean tus insinuaciones
a la luz del desespero
que me enciende tu carne
y la muerdo,
mientras baila la luna con tus ojos
y el rubor de una copa de centellas,
embriaga el instante en que nos tenemos…
Me explotan, en la lengua,
los fuegos imperiales del cosmos,
vaporizándome entre tus dedos
y puedo moverme dentro de un gemido,
el nuestro,
con la tinta sensible,
mezclada con el sinsentido;
mis curvas escriben tu nombre en el viento
tras blandir el relámpago
y brotar,
como un tañido impoluto,
mientras tu ventana,
en igual medida,
traza el mapa del silencio;
tan hermosa pizca con la que no acabo
de mostrarte todo lo que soy y siento…
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