Tras valorar todos mis aleteos de tinta,
qué imprescindible me resulta tu mirar;
el riego mágico de tu lengua,
cuando el reflejo hace rebotar la acústica
y dejo que venga
con su anchura interminable,
tu estirpe de luz
a penetrar mi oscuridad,
encendiéndome en los dedos
la visión de tu mente…
Ahogada en tus torrentes,
puedo ver
danzar el encanto
a través de lo que queda;
verlo masticar la piedra
para cumplir, contigo, la profecía;
aditivo fragmento que nutre mi ser,
adictivo en cuanto tu tacto de vida;
estremecerme,
cuando me llamas fiera;
marear los silencios aleatorios;
ser marea viva en tus ojos;
luna llena…
Atlas de mi carne,
sostienes los impíos placeres
que se originan tras el instante que nos conecta
y acelera la profunda cohesión,
haciendo germinar la esencia…
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