Me miras
y una estruendosa vibración
quiebra el silencio,
despega el borde de mis labios
con sus charcos de aire
y chapoteo en dulce rebeldía,
nombrándote;
son tambores impalpables,
repartiéndose en tu tacto
y mis pasos,
la consciencia,
como canciones que encuentran
la intuición de mi lengua
para luego ir corriendo a esconderla en tus pupilas;
contarle de la ingravidez
de esta hierba de colores
que otea los istmos nacientes,
himnos alcanzando todos los rincones;
el placer que genera cada luz y parpadeo,
llenando el vacío de esféricos estallidos;
cielos expandiéndose,
integrales…
Te hallo prendido al plumaje de esta visión
en la que bailo con tu aura,
tan especial;
te tallo un poema multitemporal,
porque aunque se vengan abajo
las plateadas formas de mi voz,
sus arritmias verbales riegan las flores
que aguantan las galerías del tiempo,
sin agotar la pasión con las que cada noche,
hasta tus brazos, me elevo…