Titubeo al degustar tu energía;
es tanta la exaltación
que saboreo
que se trizan los vidrios de la catedral flotante;
la frecuencia del silencio
se esparce
y sobrevuela esta viscosidad por la que resbalo,
ebria de tu fuente mágica…
Tan suave y mortífero tu verbo
me balancea entre polaridades…
Tengo letras movedizas bajo mis dedos
y sueños por encima de mi carne;
órbitas sedientas a las que ataño,
posándome sobre el impulso periódico,
acuciante,
en creciente amplitud…
Se acrecienta, también, mi luz,
sonríe,
como un coro de luciérnagas,
armonizando oportunidades;
melodías de café y espuma
que consiguen su inmortal e insumiso
territorio de sensibilidad…
Desafíame, amor,
con tus portadas matutinas;
con el sol, quemando el mar
para llenarse de tu noche;
afíname con tus manos de sal;
hazme vestal de tus ojos infinitos;
seamos rostros ondulándose de tantas sonrisas;
ofrenda primordial…
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