Revuelto en mi café,
el impacto de tus ojos,
me refleja en su aroma;
el calor que emana me toca y saborea
y un trago de magia
desmorona lo adverso
que no aprecia
la extravagante arquitectura
que venimos construyendo…
Me elevo, por completo
y me complace suceder,
sabiendo vertebrar andamiajes a la altura de tu sol;
nacer cada día
para crearte depurados escenarios
y recrearme en tu color;
desaparecer en tu horizonte de sucesos,
mientras embarcas el trayecto de un pez dorado;
ser carácter imantado
que me hace converger con tu palpitar;
sentir combarse el tejido espacial,
mientras me enclavo en tu silencio
y, abarrotados de pasión,
manar del cielo
en oleadas imponentes y desatadas
que rueguen por una estampida de caricias…
Curarme de ti, no me importa,
más bien colgarme de todos los síntomas;
conseguir orgasmos de palabras,
resbalándome por todo tu ser
hasta lloverme en tu boca, como piel de tinta…
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