Al pálpito de un salto, en desespero,
se desarman los moldes;
me adhiero al curso natural de tus ojos
que, indómitos, se mueven,
bordeando el escote de mi alma;
me adentran
me mojan;
son conductos cegadores,
cuyas emisiones libran mis deseos;
perturbaciones que me encienden
y enciendo todos mis colores,
mientras asciendo su claridad…
Luego está
el hábito de tu acento,
retumbando en mi interior;
tornándose solsticios,
plenilunios;
ablución de la noche,
creando válvulas por donde deslizarme a tu poderío;
collage de rubores sonrientes donde asfixio lo obsoleto
y sofistico mis palabras,
como un conjuro de largo aliento…
Circulo tu rastro de soles;
su acústica definitiva
ya me ha sentenciado a la hebra
que me cose a tus torrentes
y, en mi saliva, bombea sus encantos
para morderte la lengua…
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