Me señalas con la punta de la lengua;
con el arrobo que desgarra mi piel
y saborea la levedad inexorable;
mi pecho se conmueve,
porque me abres toda la panorámica del alma,
con la suavidad
con la que presionas mis cuerdas
y no reacciono…
Tu caricia transparente
se apropia mi noche
y puedo sentir cómo me derramo contigo
sobre los céfiros dimensionales…
Conforme se incrementan las sensaciones,
se dispersan,
a través de los poros
y despunta, en mis labios,
tu presencia de gigante;
se agigantan los cauces del gozo,
dilucidando mi paso por tu mirada;
tus ojos de agua infinita;
torrente de plata,
consiguen que broten,
desmedidas, mis palabras…
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