Se oscurece, irremediable, la noche;
las fronteras atraparon al vigía
que se duele de incendiar la palabra
con la luz acuchillada;
las manos son sombras
que no terminan de desperezar su angustia
y aún mi alma, estrella el silencio
con su enfoque instintivo
y sus ganas de electrizar el mundo…
Blande el suburbio, la cuna del grito
y entorna mis ojos hacia la nada;
crecen visiones sin forma
sobre puertas y ventanas
y no hay héroes ni abrigo,
tan sólo un llanto amordazado,
su gota amarga;
el frío
que enciende velas,
cuando afuera
reinan viles carcajadas…
Más allá, la ignorancia,
brilla con un delirio de sirena
que acabará remando el mismo barco;
ahogándose en la misma desesperada marea…
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