Esculpido en el tablero centelleante
el vértigo del claroscuro,
mueve las ruinas pretéritas
que humean
desde el cristal de los deseos;
el jugo del silencio desliza la carne,
embebida de la escena del caos,
paladeando los credos
en ritual pagano…
El diamante dorado de tu pecho rutila,
mientras me acorrala la intensidad
y me encaja en tu azul,
como la tesela extraviada
que me muestra el mosaico de la noche;
el instante elástico
que me acerca a tu aliento,
mientras me hablas de la huída;
mi voz en celo,
triza el vidrio de adoración
y se hace gruta de agua,
exorcizando los relojes,
resistiendo el milagro del amor…
Percibo, lento, el devenir,
sentenciando el estatismo
y desabrocho, a toda velocidad, el resplandor
que engarza, en blanco, al pensamiento,
seduciendo al fonema callado;
y es que siento todo contigo
y no me quiero en otro lado…
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