Consiento que recorras
mis senderos escondidos,
tan llenos
de música y color;
de todo lo que soy,
siento y percibo…
El bosque pregona su límpido gorjeo;
se abre a tus pies
y te adentras por ese atajo único,
hecho de miguitas de luz
y yo tan cerca de ti,
soplándote al oído las rimas acuáticas
que te guían hasta la fogata del sol
que concentra lo embriagador
de poderte sentir…
Con un gesto del cielo,
te arrimo el placer de volar
y su instante irresistible;
la sed de la noche,
con sus raciones lunares;
el ímpetu del faro
que embiste lo indómito,
abarcándote…
Me descubro fragor atómico,
puliendo el roce de tu silencio
con el arco violinista,
para ver caer las mortajas del hambre
y alumbrar mi voz en tu cuello,
como absoluta conquista…
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