Entreabierta la cuerda,
al despeñarse
en insólita proeza,
rueda hasta lo borrascoso
que te versifica el tenor de mi desvarío…
Me derramo en tu pozo,
con soltura
y la telúrica pronunciación
avienta, hasta mis huesos, tu vacío,
llenándolo de una noche estampada en carne…
Ay, amor,
qué luz tan impetuosa
alarga sus dedos para empaparme
del brillo sideral de tus ojos;
del sueño metafórico
que subyace mas allá de lo sabido…
Qué magia tan intensa,
la de tu boca
que me bebe y me sacia,
haciéndome vibrar,
pletórica de tu modo;
de tus hábitos;
mortífera atadura que me sostiene,
irradiando tu silencio de agua,
mientras acato el margen de tu geometría…
Mi canto es un ávido punteo
que cristaliza mi deseo de invadirte,
poco antes de que me deslice
por tu lengua,
disuelta en poesía…
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