Me arrimas,
suavemente,
a tu escala de blues;
sumerges mi canción en su ritmo
y me abunda tu melodía;
crepita,
amarrado al trance,
el ímpetu que me unge de luz,
envenenada fascinación,
reflejo ominoso;
y aunque, lejos de hallarme inmune,
me concedo como huésped,
a esta aseveración…
Avizoro el éxtasis,
la sentencia a las cúspides de tu porfía
y voy empacando mis alas,
bordeando el extremo…
Desbordado el exceso,
me arrojo,
y veo morir al intruso
en la acuosa envoltura del placer;
tu nombre y mi espalda,
un rizo oscuro en el tiempo,
envolviéndonos entre cascabeles de cristal…
El mar se quiebra en llanto
ante tanta lucidez;
somos un espectáculo de agua,
porque te encaramas,
reptas mis curvas
y dejas nacer en las pupilas
un ansioso rayo que desliza el apocalipsis,
como un mantra de espuma…
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