Con todo el corazón
marco tu piel de latitudes distantes;
la luz siente la intermitencia de mis dedos,
moviéndose a través del aire;
intentando convencer a tu tacto,
esquivar el tropiezo,
esparcido en el balcón
que me abandona de tus brazos;
como un árbol antagónico
te viene a ofrecer
el fruto de su veneno
y te persuade;
la marcha te desgarra de mis ojos
y la ciudad displicente
no reacciona ante el lamento precipitado;
se borran todas las palabras no dichas
para embriagar de su significado
los instantes que revivo,
como vicios esenciales
que me alcanzan para ser lanzados
al colapso del engranaje…
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