Te mueves dentro y fuera
de mi mundo;
balanceas los silencios
y es simple hundirse en tu pecho;
la noche inabarcable de Júpiter
te sostiene
y tengo que preludiar con susurros
la acuarela del éxtasis;
llegar hasta los bordes azules de tu cuerpo
y degustar el trago sideral
que ha de colmar los diques
de una catarsis sublime…
Me desbordo, por completo,
nube de carne,
lloviéndome en tus iris
y, a partir de lo que siento,
saboreo la pausa de tu lengua,
acérrima defensora del misterio
y se me cuela lo crucial,
como una estocada al vacío
que me salpica;
un temporal explosivo
que remueve de la tierra su llanto mineral,
lo eleva
y cuelga de mis pies, la sombra,
hasta que se evapora;
la arena nos olvida,
mientras conseguimos consolidar
la sinfonía cósmica…
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