A propósito del invierno,
deja caer, el silencio,
sus semillas de agua en las calles dolientes,
donde las cámaras ruedan por planos insuficientes
que sólo capturan los ecos marginales
de lo marginado…
Las cebras temerosas escupen los pasos
y agotan los semáforos, sus rutinas
en mi sensación confusa;
libre y segura
se acomodan por encima,
donde los sueños cambian de estado,
porque, siempre,
llueve sobre el mismo lado…
Y me domina la urgencia de apartarme
de los gestos calcados y sus rituales sin fondo;
miro, triste, los juicios apresurados
que nos dominan;
que ven desplomarse lo genuino…
Soy la hebra corta,
tratando de alcanzar la costura;
captar el infinito que nos separa de la fibra,
interceptar la cesura
con la efervescencia de mis neuronas,
sentenciadas a la pena capital
por asaltar la ciudad sin nombre
y elevar el grito ante un futuro incierto;
proscrita, en la miseria de haber despertado;
por el crimen de existir,
saboreando el veneno de risas y llantos
y no tener suficiente;
frente a lo injusto,
ver caer los cielos turbios,
flotando en medio del vacio
entre los soplos interminables
del hambre y la sed…
Apúntame si quieres
los cuadernos quieren sostener
las espirales de mi caos;
el fuego incendiario,
descubrir de un golpe mis azoteas
y aún así,
sigo con el puño en alto,
adherida al canto fiero del que mira
la lejanía del verdadero cambio…
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