Esa costumbre tuya
de embaucarme la atención;
de embargarme la apetencia con el filo de tu tacto:
con ese sabor que ecualiza mi estado,
conciliando sensaciones…
El mar de tu prosa me aúlla;
cada palabra me rescata
a golpe de silencios;
es que tus ojos y su verbo
me muerden,
degustándome, completamente, cautiva
por la inamovible llamarada
que colinda con tu lengua…
Me apunto en tu libreta
de manera repentina
y vuelvo a abrillantar la sed
que combustionas
al adherirme esta pasión;
experimento la disolución
en el parpadeo dulce de un suspiro;
en el beso que desprende tu energía,
intercambiando, a la vez,
inocencia y rebeldía;
lírica revolución…
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