Un sonido equivocado
rompe el cristal,
desenterrándome, por completo,
de aquella canción versada al unísono…
El vértigo indistinto acuña un estrépito,
como postrera renuncia;
se hace urgente arrancarme la piel
que se hizo intocable,
inquilina del desprecio,
la esquirla engarzada
en el lado desconocido de tu silencio…
Pernocto bajo su peso;
a expensas, acaso, de mil soles ocultos,
astillando la noche,
tan transitoria,
apátrida,
en la orfandad
de esta luz innecesaria,
entumecida de palabras…
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