Afina la distancia su cometido
y te conviertes en manía voluptuosa
que desgarra, en llanto,
todo el rojo de mi saliva;
los milenios anudan sus párrafos
a las partículas
que narran el cruce inevitable,
donde la mecánica del tiempo
va activando, entre los dos,
un puente invisible…
Lentamente,
me envuelve el eco febril de tus iris;
los suelos eléctricos frotan la escarcha
con esa forma extraña de repetir lo prohibido;
serena utopía,
hallándome dentro de tus palabras;
me pincho, apenas, con la sabiduría del trueno
que arrecia el preámbulo
y nos hiere el brillo;
el eclipse nos inmola los cuerpos
y somos revelación encarnada…
No existe más tu lugar y el mío,
tal vez sólo la tentativa de un símbolo
y el rapto,
atrapándonos en una nebulosa de fuego…
Entre mis dedos se queda la ceniza;
el rayo devorado por lo indecible;
sumergida en el lado agónico del silencio;
en el análogo movimiento de los sueños mixtos,
drenando su líquido;
zarandeando el camino de los huesos…
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