Emana brillante el código celeste,
cada vez que reparo en tu aire;
ese espacio de magia
que se mueve en torno a ti,
ejerce tanta atracción
que hasta el pétalo escondido de mi cosmografía
se agita al descubrir
el átomo interminable que aloja tu ser…
Se me antoja, también,
la hierba lunar de tu abrazo;
su huella gravitatoria, rodeando mi silencio,
abriéndose paso a mi conciencia;
tu estrella ardiente a mis pies,
consumiendo lo transitorio
y tu grácil sustancia,
derritiendo lengua y corazón…
Es que amarte es otra vida;
despeñadero cósmico del alma,
donde tintinea todo esplendor…
Y nos implora la noche
esta tradición de constelar poesía
que acaba tornándose en leyenda;
es que toman tus ojos lo que quieren,
asiduamente,
a manos llenas
y soy aquello que siempre prefieres
y tú, mi infinita complacencia…
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