Caigo por los agujeros de la noche
y el rojo que me bombea el silencio,
se inmola
para hacer girar la rueda insomne,
clepsidra del alma;
ocupándome de revestir tus sonidos;
hacer danzar en tus ojos
los matices de fuego
que me afloran
desde lo más profundo;
fascinando tu lengua y su agua traviesa,
desvistiéndome tan pronto
de los símbolos terrenos…
Soplas tu vendaval de luces
y hasta los plateados torrentes
se extienden sobre mí…
Traigo unos pasos agónicos
sin otra distancia que tu aliento;
un final pegado a las vidrieras;
un péndulo,
fluctuando las médulas astrales,
ligadas a mi propia esencia…
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