Desear hundirme en tu boca
es lo que me despierta,
como preferencia irremediable,
las palabras…
La paradoja se vuelve
cabida sugerente;
instante que resbala la pulsación
y me inunda las ganas
de aspirar tus céfiros para siempre…
Radar luminiscente,
infalible,
en su percepción del alma…
Enterar el círculo de agua
e irradiarte su sinfonía
desde mi interior,
es lo que consigue
la inducción del silencio…
Te vuelves la premisa que transgrede
el suelo abisal de mi alma
y la sombra empapada del ocaso
bajo la irrupción de una noche
nos estrella en su azul plateado…
Y es que chocamos
chocamos los silencios
y se marea la luz
de tanta conexión sincronizada…
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