Lanzándome contra ti
es que diviso el trueno en mi carne;
el hierro asomado de mis batallas;
las heridas, dándome alma,
más alma;
las memorias de otro tiempo,
incendiándose,
devoradas por las ansias infinitas
del devenir que agoniza,
mientras te pienso…
Veo la fuerza del silencio,
apostada en el aire;
sus relevancias acrobáticas asoman
en calles y esquinas,
abriéndome el nuevo acomodo,
como relámpago de sal…
Soy relato corpóreo sin una brújula;
revelación química
que transmuta;
entramado de luz y oscuridad,
cuyas luminiscencias cristalinas
arden en las sombras;
un ramo de innatas historias
y tú,
el sonido que selló el tímpano de mi noche,
cuando, al llamarme,
te aventuraste a lo inefable
de la expresión que te invoca y escoge
queriendo tocarte…
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