Se descontrola la noche;
se desorienta,
cuando arropo tus ansias
con los jadeos circulares
de mi gravedad
y, sin privarse,
saborea el roce de ambos alientos
al flagrar, en éxtasis…
El realce se convierte
en un maníaco intervalo
que sofistica el hecho
de acortar mi respiración en tu oído;
de confiarte la fantasía del silencio,
mientras mueve los suelos
el instante irrepetible…
Estarte viendo,
agarrado a la pátina iridiscente
que mana del placer
de mantenerte cautivo;
de engreírte
para conectar las turbulencias esculturales
de las idas y vueltas,
dejan,
flotando, en los ojos,
lo favorecedor de lo continuo…
Y un dejo dulce
lidera el instante
en que tu lengua,
sin estorbar, se introduce
por las mareas sostenidas
que me hacen
tiritar todo el cuerpo…
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