Un halo divino
envuelve ese aspecto
que mana de la dicotomía
de tu naturaleza,
bordeando el extremo
para acechar mi ritmo…
Tu ítmica lengua
me alcanza
y aprendo el peligro
de confesarme atraída
por ese juego versátil y asertivo
que despliegas
frente a mi intelecto
y el arrítmico atropello a la realidad…
Regada por lo controversial;
hundida en el lecho
de tu magnetismo,
me presencia la noche…
Ebria de la intensidad
que escoges
para inflamar mi pecho,
cuando te fijas
en lo que me apetece…
Es que no puedo callarlo,
porque, sin pensarlo,
lo tienes;
lo creas, sin percibirlo;
improvisas,
mientras descifro
que eres ese manso rincón
donde mis formas ocultas
encuentran su rastro,
donde,
lastimando la ilusión,
recapitulas lo real del impacto…
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