Condenados
al principio del fin,
a través del destrozo;
a salir de la inmersión
desde la mismísima ruptura
de la envoltura de la vigilia
que cobija,
el propio cosmos…
A acatar la instrucción,
sin manual alguno;
sin más opción,
tomar el curso hacia la tragedia;
el alfa y omega
de la transformación constante
de lo que solemos conocer
hasta que sucede,
irreversible…
Activistas
de la desnudez;
del placer
que nos convierte
en su vehículo deplorable,
a cuyo prefijo y sufijo
me subo sin pensarlo,
disfrutando el paisaje transitorio
que acelera mi pulso…
Acepto el oráculo
que me confía la intimidad,
como arma itinerante;
la necesidad de deconstruirse
para volver a forjarse,
entre las llamas,
la tarea y su intención…
Lo seguro es
la destrucción;
la herida de la piedad
y su efecto invariable…
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