Ingresas a mi boca
y sonríen, embravecidos,
los colores;
se abren y cantan;
endulzan los sonidos
que recogen y desvisten
los espacios subliminales…
Te posas
en el palpitar rutilante
que me explora las curvas;
en la abreviatura del alma,
mientras me derrito…
Y no hay instante
que no contemple los cuerpos,
de fuego, premunidos,
cargando la fortuna de lo irrenunciable,
fulminados
por una carga de vitalidad
nunca antes vista…
Se diluye la promesa de tenernos
en los poemas;
en los enlaces,
sucediendo el naufragio emocional…
No hay tiempo sin prisa
y continúas ganándole al recato;
te vuelves emblemático
en la tarea de conseguirme…
Eres inconfundible al mimarme
y tu ánimo efervescente
se me antoja a cada rato,
porque retumba en mi pecho…
Mis restos
se rasgan y derraman
sobre tu lengua infinita
y el harapo de papeles
en lo que acabo convertida
hablará de otra,
mañana…
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