Nace
de tu carácter empecinado
y voluntarioso;
enredada en el vértigo
con el que me inundan tus ojos,
tornándose su bálsamo curador,
mi herida…
Flor de llanto,
debilidad
que se confía,
como promesa de luz
a tu visión arrebatadora…
A lo largo del camino,
mi lengua,
radar de primaveras,
cuyo estado de plenitud,
concede el conocimiento singular,
con el que siento transportar
un fuerte remolino de quimeras…
Gira en sobresalto
y enciende el ventanal
que me mira desde tu balcón,
mientras danzo delante…
Estás llegando lejos
y siento en plena disolución
mi existencia…
El desarrollo del silencio
me sabe
bariónica y expansiva
y, ante tu piel de universo,
fronda de estrellas;
milagro de vida…
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