Me aviento
a tu racha demoledora,
perpleja;
recibo calma y tempestad,
una tras otra
en secuencia inacabable…
Me arrolla
el peligro de tu lengua
que alcanza el deseo sangrante,
mientras fluye dentro de mi voz,
su frecuencia e interlocución…
Es fácil el ajuste a su retahíla,
porque crepita mi corazón
al verme envuelta
en el foco de tu proceder…
Y, aunque impensado el momento,
hoy se hace razón de vida
y resplandece mi piel,
cuando, íntegra, aflora
y se renueva…
Soy lo que resulto ser
en esta historia
de la que no te quejas…
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