Me abruma el calibre de tu lengua;
su ingente prontuario,
puntualizando con precisión
lo que sujetas con la mira…
Siempre puedes entrar en mí;
izar tu poder único;
descomponer la impresión equivocada;
quitarme la razón,
dejándome caer rendida…
Y yo,
lúdica,
recolectar el centelleo,
saturado de amor;
sostener tu sol destapado
por el aleteo de mis mariposas;
la memoria de la sed,
brindando,
debidamente, con los jugos del alma;
mezclar las acuarelas químicas
de un loop
que reacciona a estos golpes de luz
con los que me arqueo contra tu piel…
Te haces con mi norte
y qué absurdo resulta escapar
a tu acontecer;
te guío al sur…
Sueltas un gesto insinuante
que tatúa mi silencio
y son tus versos de plata,
mullido aposento
donde reclino mi existencia;
cada palabra escoge mi escondite
y se enzarzan con la inspiración que nutres,
sin tregua…
Se abren mis carnes y te pronuncian,
exhortando el candor,
como trágico relevo,
despidiendo su calor,
sobre las tántricas salivas,
que prueban el alborozo del deseo…
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